Un día acudió a consulta una chica que estaba muy preocupada por su situación. Estaba convencida de que no rendía lo suficiente, que sus compañeros eran mejor que ella, que no le daba tiempo a estudiarlo todo, que no obtendría buenos resultados académicos y que finalmente todo esto le llevaría a tener que dejar la carrera. Su diagnóstico era claro: padecía un cuadro de Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG).
Las personas que padecen TAG tienen como característica principal una preocupación y ansiedad excesivas (expectativa aprensiva o aprensión ansiosa), persistentes (más de la mitad de los días durante al menos 6 meses) y difíciles de controlar sobre un número de acontecimientos o actividades variadas, como la familia, las relaciones interpersonales, los estudios, el trabajo, la salud propia o de los otros.
Esa preocupación consiste en una cadena de pensamientos e imágenes cargada de afecto negativo, relativamente incontrolable y orientada a un peligro futuro que es percibido como altamente aversivo e incontrolable.
Una persona con TAG se preocupa por cosas que es muy improbable que sucedan o que, si llegan a ocurrir, pueden manejarse y son menos negativas de lo que se piensa.
Realmente preocuparse por las cosas tiene una función evolutiva adaptativa ya que nos ayuda a prepararnos para situaciones difíciles que debemos resolver. El verdadero problema aparece cuando esa preocupación ya no es adaptativa sino excesiva.
Unas preguntas muy útiles que nos podemos plantear para ver si nos preocupamos por algo de forma desadaptativa son:
– ¿Me preocupo por cosas sobre las que reconozco que el resto de personas no lo hacen?
– ¿Me resulta especialmente difícil dejar de preocuparme y, por ello, me cuesta relajarme?
-¿Rara es la vez que llego a conseguir dar con una solución para ese problema en particular?
-¿Crees que si no te preocupas, sucederá algo terrible?
-¿Te preocupas por no preocuparte o te preocupas también cuando te va bien en la vida?
(Tomado de Craske, Barlow y O’Leary, 1992, pág. 1-7).
Así pues, la persona con preocupaciones excesivas va a desarrollar un patrón de hipervigilancia hacia los estímulos que considera amenazantes y va a considerar que son incontrolables.
La sintomatología del TAG es diversa:
– inquietud o impaciencia,
– cansarse o fatigarse con facilidad,
– dificultades de concentración o quedarse en blanco,
– irritabilidad,
– tensión muscular, temblores, sacudidas o entumecimientos musculares,
– dificultad para respirar, sensación de opresión en el pecho o ahogo,
– perturbaciones del sueño (dificultad para conciliar o mantener el sueño, o sueño insatisfactorio y no reparador),
– manos frías, sudoración,
– mareos, miedo a perder el control,
– boca seca, sensación de nudo en la garganta, dificultad para tragar,
– respuestas exageradas de sobresalto,
– náuseas, vómitos, diarreas.
Existen dos componentes esenciales en la vulnerabilidad psicológica de la persona con TAG: la percepción de amenaza generalizada constante y el sentirse incapaz de afrontar los problemas. En general, la persona con TAG no es que no disponga del conocimiento necesario para resolver los problemas sino que falla en la orientación hacia el problema. No sabe reconocer los problemas, ve problemas donde no los hay, realiza atribuciones inadecuadas sobre éstos, los valora como amenazantes y se siente frustrada por el hecho de encontrárselos, duda de que sea capaz de resolverlos, no les dedica esfuerzo y tiempo suficiente y es pesimistas en cuanto al resultado que pueda obtener.
También presenta un umbral más bajo para percibir algo como ambiguo, tendiendo a interpretar información ambigua como amenazante (por ejemplo, oír en clase que alguien ha hecho mal un resultado y creer ya que es el suyo).
La persona con TAG sobreestima la utilidad de sus preocupaciones, así:
– Evita de forma supersticiosa lo que teme («si me preocupo por esto, esto tendrá menos probabilidades de que ocurra».
– Evitar realmente lo que teme («si me preocupo puedo averiguar formas de poderlo evitar»).
– Evitar los temas emocionales más profundos («si me preocupo evito pensar en otras cosas más preocupantes»).
– Prepararse para el afrontamiento («si me preocupo por esto me preparo para cuando ocurra»).
– Recurso motivacional («preocuparme me motiva para hacer lo que tengo que llevar a cabo»).
¿Cómo se trata el TAG? Principalmente se trabaja con un componente educativo destinado a darse cuenta de las situaciones externas y estímulos internos (pensamientos y sentimientos) que generan ansiedad. También es útil la instrucción en técnicas de relajación, entrenamiento en manejo de ansiedad y terapia cognitivo-conductual, que es la técnica que mejores resultados suele dar, combinando la reestructuración cognitiva, la relajación y la exposición gradual. El tratamiento puede tener una duración de entre 8 y 16 sesiones.
TRASTORNO DE ANSIEDAD GENERALIZADA
Un día acudió a consulta una chica que estaba muy preocupada por su situación. Estaba convencida de que no rendía lo suficiente, que sus compañeros eran mejor que ella, que no le daba tiempo a estudiarlo todo, que no obtendría buenos resultados académicos y que finalmente todo esto le llevaría a tener que dejar la carrera. Su diagnóstico era claro: padecía un cuadro de Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG).
Las personas que padecen TAG tienen como característica principal una preocupación y ansiedad excesivas (expectativa aprensiva o aprensión ansiosa), persistentes (más de la mitad de los días durante al menos 6 meses) y difíciles de controlar sobre un número de acontecimientos o actividades variadas, como la familia, las relaciones interpersonales, los estudios, el trabajo, la salud propia o de los otros.
Esa preocupación consiste en una cadena de pensamientos e imágenes cargada de afecto negativo, relativamente incontrolable y orientada a un peligro futuro que es percibido como altamente aversivo e incontrolable.
Una persona con TAG se preocupa por cosas que es muy improbable que sucedan o que, si llegan a ocurrir, pueden manejarse y son menos negativas de lo que se piensa.
Realmente preocuparse por las cosas tiene una función evolutiva adaptativa ya que nos ayuda a prepararnos para situaciones difíciles que debemos resolver. El verdadero problema aparece cuando esa preocupación ya no es adaptativa sino excesiva.
Unas preguntas muy útiles que nos podemos plantear para ver si nos preocupamos por algo de forma desadaptativa son:
– ¿Me preocupo por cosas sobre las que reconozco que el resto de personas no lo hacen?
– ¿Me resulta especialmente difícil dejar de preocuparme y, por ello, me cuesta relajarme?
-¿Rara es la vez que llego a conseguir dar con una solución para ese problema en particular?
-¿Crees que si no te preocupas, sucederá algo terrible?
-¿Te preocupas por no preocuparte o te preocupas también cuando te va bien en la vida?
(Tomado de Craske, Barlow y O’Leary, 1992, pág. 1-7).
Así pues, la persona con preocupaciones excesivas va a desarrollar un patrón de hipervigilancia hacia los estímulos que considera amenazantes y va a considerar que son incontrolables.
La sintomatología del TAG es diversa:
– inquietud o impaciencia,
– cansarse o fatigarse con facilidad,
– dificultades de concentración o quedarse en blanco,
– irritabilidad,
– tensión muscular, temblores, sacudidas o entumecimientos musculares,
– dificultad para respirar, sensación de opresión en el pecho o ahogo,
– perturbaciones del sueño (dificultad para conciliar o mantener el sueño, o sueño insatisfactorio y no reparador),
– manos frías, sudoración,
– mareos, miedo a perder el control,
– boca seca, sensación de nudo en la garganta, dificultad para tragar,
– respuestas exageradas de sobresalto,
– náuseas, vómitos, diarreas.
Existen dos componentes esenciales en la vulnerabilidad psicológica de la persona con TAG: la percepción de amenaza generalizada constante y el sentirse incapaz de afrontar los problemas. En general, la persona con TAG no es que no disponga del conocimiento necesario para resolver los problemas sino que falla en la orientación hacia el problema. No sabe reconocer los problemas, ve problemas donde no los hay, realiza atribuciones inadecuadas sobre éstos, los valora como amenazantes y se siente frustrada por el hecho de encontrárselos, duda de que sea capaz de resolverlos, no les dedica esfuerzo y tiempo suficiente y es pesimistas en cuanto al resultado que pueda obtener.
También presenta un umbral más bajo para percibir algo como ambiguo, tendiendo a interpretar información ambigua como amenazante (por ejemplo, oír en clase que alguien ha hecho mal un resultado y creer ya que es el suyo).
La persona con TAG sobreestima la utilidad de sus preocupaciones, así:
– Evita de forma supersticiosa lo que teme («si me preocupo por esto, esto tendrá menos probabilidades de que ocurra».
– Evitar realmente lo que teme («si me preocupo puedo averiguar formas de poderlo evitar»).
– Evitar los temas emocionales más profundos («si me preocupo evito pensar en otras cosas más preocupantes»).
– Prepararse para el afrontamiento («si me preocupo por esto me preparo para cuando ocurra»).
– Recurso motivacional («preocuparme me motiva para hacer lo que tengo que llevar a cabo»).
¿Cómo se trata el TAG? Principalmente se trabaja con un componente educativo destinado a darse cuenta de las situaciones externas y estímulos internos (pensamientos y sentimientos) que generan ansiedad. También es útil la instrucción en técnicas de relajación, entrenamiento en manejo de ansiedad y terapia cognitivo-conductual, que es la técnica que mejores resultados suele dar, combinando la reestructuración cognitiva, la relajación y la exposición gradual. El tratamiento puede tener una duración de entre 8 y 16 sesiones.
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