La ansiedad es una emoción que en muchas circunstancias es adaptativa para la persona. Surge ante situaciones ambiguas o de las que no conocemos el resultado. Nos permite estar alerta ante lo que nos rodea o influye, aportando así un nivel de motivación óptimo para afrontar diferentes situaciones que puedan ocurrirnos. Cuando la amenaza o el peligro son objetivos y reales, esa ansiedad puede ayudar a afrontar mejor la situación y, de ese modo, adaptarnos mejor. El problema va a surgir cuando, de forma repetida, se generan niveles excesivos de ansiedad y durante periodos prolongados de tiempo, con la particularidad de que no existe un peligro evidente o real (falsas alarmas). Determinadas personas se activan sin conocer el por qué, otras tienden a percibir de forma repetida amenazas desproporcionadas que les provocan niveles exagerados de ansiedad. Personas que están sometidas a niveles elevados de estrés durante mucho tiempo experimentan problemas de concentración, de rendimiento, bloqueo mental, problemas de salud emocional y física. Presentan una falta de regulación emocional caracterizada por:
1) Miedo irracional o temor a algunas reacciones emocionales o a determinados aspectos de las mismas (por ejemplo, miedo a dar una respuesta por temor a la reacción de otra persona).
2) Miedo a evitar situaciones que impliquen emociones, aunque no puedan permitirse evitarlas (por ejemplo, evitar hablar en público, aunque sea necesario en su trabajo).
3) Experimentar una elevada activación fisiológica en una determinada respuesta por temer que los demás se den cuenta de la misma (por ejemplo, sudar, ruborizarse, temblor de extremidades…).
En estos casos la ansiedad es desadaptativa y se convierte en una fuente de malestar e incluso de sufrimiento tan grande que incapacita a la persona. Aquí se manifiesta la ansiedad clínica y nos encontramos con que es el momento de pedir ayuda. Los trastornos de ansiedad se pueden manifestar de diversas formas, en cuadros o síndromes clínicos. Ejemplos son el trastorno de pánico, con o sin agorafobia, las fobias, el trastorno de ansiedad generalizada, los inducidos por factores orgánicos (como consecuencia del abuso de sustancias o por condición médica) y los asociados a la infancia o adolescencia. En todos ellos, una buena evaluación de la situación y condicionantes de la persona, así como un diagnóstico correcto resultarán ser el pilar fundamental del trabajo del psicólogo, que va a ayudar a que la persona aprenda a anticipar las situaciones y los pensamientos que le generan malestar y, de ese modo, restablecer la calidad de vida que un día se vio mermada por la ansiedad.
¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad es una emoción que en muchas circunstancias es adaptativa para la persona. Surge ante situaciones ambiguas o de las que no conocemos el resultado. Nos permite estar alerta ante lo que nos rodea o influye, aportando así un nivel de motivación óptimo para afrontar diferentes situaciones que puedan ocurrirnos. Cuando la amenaza o el peligro son objetivos y reales, esa ansiedad puede ayudar a afrontar mejor la situación y, de ese modo, adaptarnos mejor. El problema va a surgir cuando, de forma repetida, se generan niveles excesivos de ansiedad y durante periodos prolongados de tiempo, con la particularidad de que no existe un peligro evidente o real (falsas alarmas). Determinadas personas se activan sin conocer el por qué, otras tienden a percibir de forma repetida amenazas desproporcionadas que les provocan niveles exagerados de ansiedad. Personas que están sometidas a niveles elevados de estrés durante mucho tiempo experimentan problemas de concentración, de rendimiento, bloqueo mental, problemas de salud emocional y física. Presentan una falta de regulación emocional caracterizada por:
1) Miedo irracional o temor a algunas reacciones emocionales o a determinados aspectos de las mismas (por ejemplo, miedo a dar una respuesta por temor a la reacción de otra persona).
2) Miedo a evitar situaciones que impliquen emociones, aunque no puedan permitirse evitarlas (por ejemplo, evitar hablar en público, aunque sea necesario en su trabajo).
3) Experimentar una elevada activación fisiológica en una determinada respuesta por temer que los demás se den cuenta de la misma (por ejemplo, sudar, ruborizarse, temblor de extremidades…).
En estos casos la ansiedad es desadaptativa y se convierte en una fuente de malestar e incluso de sufrimiento tan grande que incapacita a la persona. Aquí se manifiesta la ansiedad clínica y nos encontramos con que es el momento de pedir ayuda. Los trastornos de ansiedad se pueden manifestar de diversas formas, en cuadros o síndromes clínicos. Ejemplos son el trastorno de pánico, con o sin agorafobia, las fobias, el trastorno de ansiedad generalizada, los inducidos por factores orgánicos (como consecuencia del abuso de sustancias o por condición médica) y los asociados a la infancia o adolescencia. En todos ellos, una buena evaluación de la situación y condicionantes de la persona, así como un diagnóstico correcto resultarán ser el pilar fundamental del trabajo del psicólogo, que va a ayudar a que la persona aprenda a anticipar las situaciones y los pensamientos que le generan malestar y, de ese modo, restablecer la calidad de vida que un día se vio mermada por la ansiedad.
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