Muchos son los padres que me comentan angustiados el exceso de tareas escolares y deberes que tienen sus hijos todos los días. Vuelven del colegio muchos días con una carga, excesiva en algunos casos, con la que no pueden lidiar. Las tardes en casa se convierten en un campo de batalla donde padres e hijos intentan llegar a buen puerto pero fracasan en el intento. Unos porque no saben cómo ayudar a sus hijos; otros porque simplemente son niños y están cansados. Y quieren jugar. Pero no pueden. En algunas familias he observado que los niños no tienen tiempo para poder jugar. Pasan sentados mucho tiempo, haciendo deberes y no rinden todo lo que deberían porque al final lo que quieren precisamente no está delante de la mesa. A su edad todo es un continuo proceso de enseñanza y aprendizaje, pero también tienen el derecho de poder divertirse, de relajarse, de jugar y aprender también a través del mismo juego.
En otras familias observo también que algunos padres, obligados por sus horarios y jornadas laborales, saturan consciente o inconscientemente a sus hijos con multitud de actividades extraescolares. Natación, inglés, ballet, clases de refuerzo, dibujo, catecismo… No es de extrañar que a muchos, al llegar a casa, lo que menos les apetezca sea ponerse a hacer deberes. Porque lo más probable es que lo que en ese momento desean es estar un ratito con sus padres. Pero no queda otra que ponerse a hacerlos si antes no han podido porque estaban en la tarea extraescolar.
Todas las partes implicadas en el proceso de educación de un menor deberían plantearse qué está pasando con estos niños, agobiados en exceso. En algunos de forma muy llamativa. Algo falla cuando un niño no está encontrando ni un momento para poder jugar.
Exceso de deberes
Muchos son los padres que me comentan angustiados el exceso de tareas escolares y deberes que tienen sus hijos todos los días. Vuelven del colegio muchos días con una carga, excesiva en algunos casos, con la que no pueden lidiar. Las tardes en casa se convierten en un campo de batalla donde padres e hijos intentan llegar a buen puerto pero fracasan en el intento. Unos porque no saben cómo ayudar a sus hijos; otros porque simplemente son niños y están cansados. Y quieren jugar. Pero no pueden. En algunas familias he observado que los niños no tienen tiempo para poder jugar. Pasan sentados mucho tiempo, haciendo deberes y no rinden todo lo que deberían porque al final lo que quieren precisamente no está delante de la mesa. A su edad todo es un continuo proceso de enseñanza y aprendizaje, pero también tienen el derecho de poder divertirse, de relajarse, de jugar y aprender también a través del mismo juego.
En otras familias observo también que algunos padres, obligados por sus horarios y jornadas laborales, saturan consciente o inconscientemente a sus hijos con multitud de actividades extraescolares. Natación, inglés, ballet, clases de refuerzo, dibujo, catecismo… No es de extrañar que a muchos, al llegar a casa, lo que menos les apetezca sea ponerse a hacer deberes. Porque lo más probable es que lo que en ese momento desean es estar un ratito con sus padres. Pero no queda otra que ponerse a hacerlos si antes no han podido porque estaban en la tarea extraescolar.
Todas las partes implicadas en el proceso de educación de un menor deberían plantearse qué está pasando con estos niños, agobiados en exceso. En algunos de forma muy llamativa. Algo falla cuando un niño no está encontrando ni un momento para poder jugar.
Tags: