«—¿Qué tal han ido las fiestas, David? —pregunto a uno de los chicos que acuden semanalmente a mi consulta. —Pues en casa; no he salido apenas — ¿y qué has hecho entonces? — le pregunto.—Jugar a la Play y ver vídeos en Internet —contesta David sin variar la expresión de su cara—. Poco más.»
Esta conversación, de un modo similar, empieza a repetirse de forma alarmante con muchos de los niños a los que trato. Las videoconsolas, tablets, ordenadores y móviles forman parte del mundo cotidiano de tal forma que nos parece normal e incluso lógico. No podemos negar que el avance de las tecnologías nos ha facilitado enormemente el día a día, pero si echamos un vistazo a nuestro alrededor, los que somos padres observaremos que en muchas situaciones nos supone un verdadero problema. Por ejemplo, cuando una madre o padre intenta que su hijo vea menos la tv, o que esté menos horas delante de la pantalla o maquinita, absorto en su mundo.
Analizando pros y contras de los videojuegos, no todo es negativo. Con esto no voy a romper una lanza en su favor pero sí indicar los posibles efectos beneficiosos que puedan tener, siempre teniendo en cuenta cuatro factores: el tiempo de uso, cómo se usa, el tipo de videojuego y los posibles déficits neurológicos previos. Así, algunos estudios indican la utilidad de los videojuegos cuando se emplean como vía de aprendizaje (mejora en agudeza visual y velocidad lectora, mejor rendimiento y desarrollo de habilidades específicas).
Entonces, ¿qué efectos negativos tienen los videojuegos y por qué se enganchan tanto los niños?. La Organización Mundial de la Salud ya incluye en su nueva clasificación (CIE-11) la categoría diagnóstica «trastorno por videojuegos» (gaming disorder) dentro del epígrafe de “trastornos debidos a comportamientos adictivos”, caracterizado por un patrón de comportamiento de juego «continuo o recurrente» vinculado a tres condiciones negativas provocadas por el mal uso de los juegos digitales: 1) la falta de control de la conducta de juego en cuanto al inicio, frecuencia, intensidad, duración, finalización y contexto en que se juega; 2) el aumento de la prioridad que se otorga a los juegos frente a otros intereses vitales y actividades diarias; 3) el mantenimiento o escalada de la conducta a pesar de tener conciencia de las consecuencias negativas.
Es decir, como cualquier conducta que genera adicción, los efectos negativos serán:
- Focalización: jugar se convierte en la actividad más importante y domina los pensamientos, sentimientos, deseos y conductas del niño (por ejemplo, aunque no juegue está pensando en cuándo podrá volver a jugar).
- Modificación del estado de ánimo («subidón» mientras juega o un sentimiento tranquilizante o de «desconexión»).
- Tolerancia: se aumenta gradualmente la cantidad de horas que pasa jugando, implicándose más aún (por ejemplo, cada vez necesita jugar más).
- Síndrome de abstinencia: experimenta sentimientos desagradables cuando deja de jugar o el juego no funciona (por ejemplo, nerviosismo, mal humor, irritabilidad…).
- Conflicto: al dedicarle demasiado tiempo descuida otras tareas y entra en conflicto con dichas actividades o con uno mismo (por ejemplo, descuida las tareas escolares, aficiones, relaciones familiares o sociales, o sentimientos de baja autoestima o de perder el control).
- Mentiras: mienten acerca del número de horas que juega.
- Recaída: cuando vuelve a engancharse después de periodos en los que ha estado tiempo sin jugar, volviendo a los mismos niveles de ansiedad y juego prolongado.
La adicción a los videojuegos puede empezar con un mal uso de los mismos. Por ejemplo, no teniendo en cuenta las recomendaciones acerca de la edad a la que está dirigido cada juego, o cuando no se supervisa por parte de los padres el tiempo que se dedica a jugar, el contenido o con quién juegan (los juegos en abierto o en comunidades on line no se recomiendan en menores de 13 años).
Entonces, ¿sí o no? Antes de decidir darles lo que piden es necesario informarse bien sobre el tipo de juego y, sobre todo, asesorarse para saber cuál es el más indicado para ellos. Un videojuego entretiene y puede ser educativo, pero dentro de los límites para los que está pensado. Será lo mejor que les podremos dar.
Videojuegos, ¿sí o no?
«—¿Qué tal han ido las fiestas, David? —pregunto a uno de los chicos que acuden semanalmente a mi consulta. —Pues en casa; no he salido apenas — ¿y qué has hecho entonces? — le pregunto.—Jugar a la Play y ver vídeos en Internet —contesta David sin variar la expresión de su cara—. Poco más.»
Esta conversación, de un modo similar, empieza a repetirse de forma alarmante con muchos de los niños a los que trato. Las videoconsolas, tablets, ordenadores y móviles forman parte del mundo cotidiano de tal forma que nos parece normal e incluso lógico. No podemos negar que el avance de las tecnologías nos ha facilitado enormemente el día a día, pero si echamos un vistazo a nuestro alrededor, los que somos padres observaremos que en muchas situaciones nos supone un verdadero problema. Por ejemplo, cuando una madre o padre intenta que su hijo vea menos la tv, o que esté menos horas delante de la pantalla o maquinita, absorto en su mundo.
Analizando pros y contras de los videojuegos, no todo es negativo. Con esto no voy a romper una lanza en su favor pero sí indicar los posibles efectos beneficiosos que puedan tener, siempre teniendo en cuenta cuatro factores: el tiempo de uso, cómo se usa, el tipo de videojuego y los posibles déficits neurológicos previos. Así, algunos estudios indican la utilidad de los videojuegos cuando se emplean como vía de aprendizaje (mejora en agudeza visual y velocidad lectora, mejor rendimiento y desarrollo de habilidades específicas).
Entonces, ¿qué efectos negativos tienen los videojuegos y por qué se enganchan tanto los niños?. La Organización Mundial de la Salud ya incluye en su nueva clasificación (CIE-11) la categoría diagnóstica «trastorno por videojuegos» (gaming disorder) dentro del epígrafe de “trastornos debidos a comportamientos adictivos”, caracterizado por un patrón de comportamiento de juego «continuo o recurrente» vinculado a tres condiciones negativas provocadas por el mal uso de los juegos digitales: 1) la falta de control de la conducta de juego en cuanto al inicio, frecuencia, intensidad, duración, finalización y contexto en que se juega; 2) el aumento de la prioridad que se otorga a los juegos frente a otros intereses vitales y actividades diarias; 3) el mantenimiento o escalada de la conducta a pesar de tener conciencia de las consecuencias negativas.
Es decir, como cualquier conducta que genera adicción, los efectos negativos serán:
La adicción a los videojuegos puede empezar con un mal uso de los mismos. Por ejemplo, no teniendo en cuenta las recomendaciones acerca de la edad a la que está dirigido cada juego, o cuando no se supervisa por parte de los padres el tiempo que se dedica a jugar, el contenido o con quién juegan (los juegos en abierto o en comunidades on line no se recomiendan en menores de 13 años).
Entonces, ¿sí o no? Antes de decidir darles lo que piden es necesario informarse bien sobre el tipo de juego y, sobre todo, asesorarse para saber cuál es el más indicado para ellos. Un videojuego entretiene y puede ser educativo, pero dentro de los límites para los que está pensado. Será lo mejor que les podremos dar.
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